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Los antecedentes penales de los objetores de conciencia son un agravio añadido


El Bibliotecario

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En enero de 2016, Hyun-jun Gwon y Gwang-taek Oh subieron a un avión en Corea del Sur con la ilusión de pasar unas buenas vacaciones en Japón. Después de aterrizar en el aeropuerto de Nagoya, se dirigieron al control de inmigración sin esperar ningún contratiempo. Sin embargo, los oficiales de inmigración los interrogaron porque en sus tarjetas de desembarque se indicaba que habían sido declarados culpables de un delito.

Los jóvenes explicaron que eran objetores de conciencia y que habían estado en prisión por negarse a hacer el servicio militar. También señalaron que su postura es un derecho reconocido internacionalmente. No obstante, los oficiales les prohibieron la entrada en Japón. Posteriormente apelaron al consulado japonés de Corea del Sur, pero no lograron nada. Estos jóvenes se toparon con una triste realidad: defender su postura cristiana y pacífica iba a tener consecuencias duraderas que afectarían sus vidas de maneras insospechadas.

Un agravio añadido

Corea del Sur ofrece solo dos opciones a los objetores de conciencia: o transigen y se suman a las filas del ejército, o van a prisión. No dar otra alternativa a los objetores de conciencia es una clara violación de los pactos internacionales sobre los derechos humanos. * Estos jóvenes se ven obligados a arrastrar de por vida unos antecedentes penales que el gobierno se niega a eliminar, lo que se suma al agravio de haber sido encarcelados. Mucho tiempo después de salir de prisión siguen siendo tratados injustamente. La mancha que aparece en sus expedientes limita significativamente sus posibilidades de encontrar empleo y les impide viajar a sitios como Japón, un destino habitual para los surcoreanos.

Otros hombres que han sido encarcelados en Corea del Sur por motivos de conciencia sufren las mismas injusticias. Por ejemplo, en diciembre de 2011, Jin-mo Kang y su esposa Kotomi, que es japonesa, viajaron a Japón para visitar a la familia de ella. Al señor Kang se le negó la entrada debido a esos antecedentes penales y no tuvo más remedio que despedirse de su esposa y regresar a Corea del Sur. A pesar de que ha vuelto a intentar ir a Japón, los oficiales de inmigración no le han permitido la entrada.

Una excepción a la regla

Japón es uno de los pocos lugares donde a un objetor de conciencia se le considera persona non grata. Sin embargo, en el caso de Gwang-taek Oh, el consulado japonés de Corea del Sur finalmente le concedió el visado. El señor Oh presentó ante los oficiales una carta de invitación de parte de unos amigos japoneses que lo iban a alojar y que ofrecieron al gobierno ciertas garantías. Se le permitió la entrada en Japón a principios de julio de 2016.

Al contrario que Japón, la mayoría de países democráticos reconocen que los objetores de conciencia no son delincuentes y les permiten entrar en sus territorios a pesar de su supuesto pasado delictivo. Algunos países hacen más que simplemente dejarlos pasar. Por ejemplo, Australia, Canadá y Francia han garantizado asilo a los surcoreanos que sean objetores de conciencia. Esto está en armonía con la última resolución del Consejo de Derechos Humanos de la ONU sobre el asunto, en la que exhorta a los estados a que “consideren la posibilidad de conceder asilo a los objetores de conciencia que tengan motivos fundados para temer ser perseguidos en su país de origen debido a su negativa a cumplir el servicio militar, si no existen disposiciones sobre la objeción de conciencia al servicio militar, o cuando las existentes sean inadecuadas”. *

Los representantes legales de los testigos de Jehová han estado colaborando con el gobierno japonés para hallar una solución al problema. André Carbonneau, un abogado especializado en derechos humanos internacionales, dijo: “El hecho de que el señor Oh haya podido entrar en Japón muestra que hacer una concesión en estos casos no es tan difícil. Lo único que se necesita es que las autoridades japonesas implementen un protocolo que reconozca que los objetores de conciencia no son delincuentes, sino personas pacíficas que, pese a sus antecedentes, merecen entrar en el país”.

¿Pondrá fin Corea del Sur a esta injusticia?

La comunidad internacional reconoce que los objetores de conciencia no son delincuentes. Desde 2006, el Comité de Derechos Humanos de la ONU ha condenado en varias ocasiones a Corea del Sur por encarcelar a los objetores de conciencia, acción que ha catalogado como “detención arbitraria”. Además, ha pedido al gobierno surcoreano que adopte leyes que protejan el derecho a la objeción de conciencia y le ha ordenado eliminar los antecedentes penales de los objetores que han sido encarcelados. *

Corea del Sur ha hecho caso omiso de los dictámenes del Comité de Derechos Humanos. No obstante, puesto que firmó el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y sus Protocolos Facultativos, Corea del Sur tiene la obligación de acatar las decisiones del Comité incluso cuando estas contradigan las leyes nacionales.

Hasta que Corea del Sur reconozca que la objeción de conciencia es un derecho fundamental y adopte las normas internacionales sobre este asunto, cientos de sus ciudadanos seguirán recibiendo condenas penales y siendo tratados como delincuentes. * Los testigos de Jehová anhelan que llegue el día en que Corea del Sur reconozca el derecho a la objeción de conciencia y deje de penalizar a los objetores. Mientras tanto, el señor Gwon y el Señor Oh, así como muchos otros surcoreanos, esperan que las autoridades japonesas adopten un protocolo que permita a los objetores de conciencia visitar su país.

 

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