Member Raquel Segovia Posted April 21, 2018 Member Share Posted April 21, 2018 Testigo silencioso de una profecía exacta EN EL CORAZÓN DE ROMA (ITALIA) SE ALZA UN ARCO DE TRIUNFO QUE ATRAE A VISITANTES DE TODO EL MUNDO. FUE CONSTRUIDO EN HONOR A TITO, UNO DE LOS EMPERADORES ROMANOS MÃS QUERIDOS DE LA HISTORIA. El Arco de Tito tiene dos grandes relieves que representan un importante acontecimiento histórico. Ahora bien, pocas personas conocen la fascinante relación que existe entre este monumento y la Biblia. El Arco de Tito es un testigo silencioso de la sorprendente exactitud de las profecÃas bÃblicas. UNA CIUDAD SENTENCIADA Para el año 30 de nuestra era, el Imperio romano se extendÃa desde Britania y la Galia (Francia) hasta Egipto, y todos sus dominios disfrutaban de una estabilidad y prosperidad sin precedentes. Sin embargo, habÃa una región lejana que era un constante quebradero de cabeza para Roma: la rebelde provincia de Judea. La Encyclopedia of Ancient Rome explica: “En pocos territorios del Imperio romano existÃa tanta antipatÃa entre gobernantes y gobernados como en la provincia de Judea. Los judÃos estaban molestos porque sus gobernantes eran extranjeros y no respetaban sus tradiciones. Y Roma no estaba dispuesta a tolerar la terquedad de los judÃos”. Muchos de ellos esperaban que un mesÃas polÃtico los liberara del detestable yugo romano y devolviera a Israel todo su esplendor. Sin embargo, en el año 33, Jesucristo afirmó que Jerusalén estaba condenada al desastre. Jesús predijo: “Vendrán dÃas sobre ti en que tus enemigos edificarán en derredor de ti una fortificación de estacas puntiagudas y te rodearán y te afligirán de todos lados, y te arrojarán al suelo, a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra” (Lucas 19:43, 44). Sin duda, las palabras de Jesús desconcertaron a sus discÃpulos. Dos dÃas después, mientras contemplaban el templo de Jerusalén, uno de ellos exclamó: “Maestro, ¡mira!, ¡qué clase de piedras y qué clase de edificios!”. Y con razón, pues se sabe que algunas piedras del templo medÃan nada menos que 11 metros (35 pies) de largo, 5 metros (15 pies) de ancho y 3 metros (10 pies) de alto. Sin embargo, Jesús les contestó: “En cuanto a estas cosas que contemplan, vendrán los dÃas en que no se dejará aquà piedra sobre piedra que no sea derribada” (Marcos 13:1; Lucas 21:6). Y luego añadió: “Cuando vean a Jerusalén cercada de ejércitos acampados, entonces sepan que la desolación de ella se ha acercado. Entonces los que estén en Judea echen a huir a las montañas, y los que estén en medio de Jerusalén retÃrense, y los que estén en los lugares rurales no entren en ella” (Lucas 21:20, 21). ¿Se cumplieron las palabras de Jesús? EL FIN DE UNA CIUDAD Durante treinta y tres años, los judÃos soportaron el yugo romano. Finalmente, en el año 66, el procurador de Judea, Gesio Floro, robó dinero de la tesorerÃa sagrada del templo. Esa fue la gota que colmó el vaso. Rápidamente, los rebeldes judÃos irrumpieron en Jerusalén, masacraron a la guarnición romana  y declararon su independencia de Roma. Unos tres meses después, más de treinta mil soldados romanos, comandados por Cestio Galo, se dirigieron a Jerusalén para aplastar la rebelión. Los romanos enseguida penetraron en la ciudad y socavaron el muro exterior del templo. Entonces, sin razón aparente, se retiraron. Eufóricos, los judÃos rebeldes salieron rápidamente tras ellos. Esto permitió que los cristianos siguieran el consejo de Jesús y huyeran de Jerusalén hacia las montañas, al otro lado del rÃo Jordán (Mateo 24:15, 16). Al año siguiente, Roma reanudó su campaña contra Judea y puso al mando del ejército al general Vespasiano y a su hijo Tito. Sin embargo, poco después de la muerte del emperador Nerón en el año 68, Vespasiano regresó a Roma para asumir el control imperial, y la campaña contra Judea quedó en manos de Tito, que comandaba un ejército de sesenta mil soldados. En junio del año 70, Tito ordenó a sus soldados que talaran los árboles de Judea para construir una cerca de estacas puntiagudas de 7 kilómetros (4, 5 millas) de largo alrededor de Jerusalén. Tan solo tres meses después, los romanos ya habÃan saqueado e incendiado la ciudad y el templo. Tal como predijo Jesús, no dejaron piedra sobre piedra (Lucas 19:43, 44). Según un cálculo conservador, “entre 250.000 y 500.000 personas perdieron la vida en Jerusalén y en el resto del paÃs”. UN TRIUNFO IMPERIAL En el año 71, Tito regresó a Italia, y Roma lo recibió con todos los honores. La ciudad entera salió a celebrar una de las mayores procesiones triunfales jamás vistas en la capital. Las multitudes quedaban deslumbradas al ver pasar tesoros tan fabulosos por las calles de Roma. Ante sus ojos desfilaban naves que habÃan sido capturadas, carrozas enormes en las que se representaban escenas de la guerra y objetos saqueados del templo de Jerusalén. En el año 79, tras la muerte de su padre, Vespasiano, Tito se convirtió en emperador, pero murió de repente solo dos años después. Domiciano, su hermano, subió al poder y poco tiempo después levantó un arco de triunfo en honor a Tito. EL ARCO EN LA ACTUALIDAD  El Arco de Tito en la actualidad (Roma) El Arco de Tito despierta gran admiración entre los cientos de miles de turistas que visitan el Foro romano todos los años. Algunos lo consideran una majestuosa obra de arte; otros, un homenaje al poder de la Roma imperial, y otros, un monumento dedicado a la caÃda de Jerusalén y su templo. Sin embargo, para un buen estudiante de la Biblia, el Arco de Tito tiene un significado especial. Es un testigo silencioso de que las profecÃas de la Biblia son exactas, confiables e inspiradas por Dios (2 Pedro 1:19-21).  Link to comment Share on other sites More sharing options...
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