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¡Por fin paz en la Tierra!


Raquel Segovia

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¡Despertad!  |  Junio de 2006

Personas felices en el Paraíso

ALGUNAS personas consideran que la violencia es el único medio para conseguir libertad política y pureza espiritual, que solo con el uso de la fuerza puede acabarse con los dirigentes no deseados. Y también hay gobiernos que se valen del terror para mantener el orden y controlar a la población. Pero si el terrorismo fuera realmente un instrumento eficaz para gobernar y efectuar reformas sociales, produciría paz, prosperidad y estabilidad. Después de un tiempo, la violencia y el temor disminuirían. ¿Se han visto tales resultados?

Lo cierto es que el terrorismo socava el respeto por la vida y tiene como consecuencia actos crueles y derramamiento de sangre. En muchos casos las víctimas toman represalias. Esto lleva a más represión, que, a su vez, provoca más represalias.

La violencia no resuelve los problemas

Los seres humanos llevan miles de años tratando de resolver por sí mismos sus problemas políticos, religiosos y sociales, pero todos sus intentos han resultado fallidos. Como dijo un escritor bíblico: “Bien sé yo, oh Jehová, que al hombre terrestre no le pertenece su camino. No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso” (Jeremías 10:23). Jesús indicó: “La sabiduría, cuando es auténtica, se hace evidente por los resultados que produce” (Mateo 11:19, El Código Real, de D. A. Hayyim). De estos principios bíblicos se desprende, por extensión, que el terrorismo no es la solución a los males mencionados. Sus frutos no han sido libertad y felicidad, sino, más bien, muerte, sufrimiento y destrucción, como se demostró sobradamente en el siglo XX y se está demostrando ya en el XXI. Para muchos, más que la solución, el terrorismo constituye uno de los problemas.

Una adolescente cuya tierra natal sufría los estragos de la violencia terrorista escribió: “Sólo espero cada día que no resulte muerto nadie de mi familia o mis amigos. [...] Tal vez necesitemos un milagro”. Como ella, muchos han llegado a la conclusión de que la solución a los problemas de la humanidad está más allá de la capacidad humana. Solo el Creador de la humanidad puede resolver las dificultades de la sociedad actual, lo que incluye el terrorismo. Pero ¿por qué deberíamos confiar en Dios?

¿Por qué merece Dios nuestra confianza?

Una razón es que, como Creador, nos dio la vida y desea que la disfrutemos en paz. Su profeta Isaías se sintió impulsado a escribir: “Ahora, oh Jehová, tú eres nuestro Padre. Nosotros somos el barro, y tú eres nuestro Alfarero; y todos somos la obra de tu mano” (Isaías 64:8). Jehová es el Padre de la humanidad, de modo que para él todos somos valiosos, sin importar nuestra nacionalidad. Las injusticias y el odio que conducen a los actos terroristas no son culpa suya. El sabio rey Salomón dijo en una ocasión: “El Dios verdadero hizo a la humanidad recta, pero ellos mismos han buscado muchos planes” (Eclesiastés 7:29). La raíz del terrorismo no es la incompetencia divina, sino la maldad humana y la influencia demoníaca (Efesios 6:11, 12).

Otra razón por la que podemos confiar en Jehová es que, como él nos creó, conoce mejor que nadie la causa de nuestros problemas y la manera de resolverlos. La Biblia recoge esta verdad en Proverbios 3:19: “Jehová mismo con sabiduría fundó la tierra. Afirmó sólidamente los cielos con discernimiento”. Un hombre del pasado que confiaba plenamente en Dios escribió: “¿De dónde vendrá mi ayuda? Mi ayuda viene de  Jehová, el Hacedor del cielo y de la tierra” (Salmo 121:1, 2).

Hay una tercera razón por la que Dios merece nuestra confianza, y es que tiene el poder para acabar con el derramamiento de sangre. En los días de Noé, “la tierra se llenó de violencia” (Génesis 6:11). El consiguiente juicio divino fue repentino y total: “[Dios] no se contuvo de castigar a un mundo antiguo [...] cuando trajo un diluvio sobre un mundo de gente impía” (2 Pedro 2:5).

La Biblia nos señala la lección que debemos aprender del Diluvio de Noé: “Jehová sabe librar de la prueba a personas de devoción piadosa, pero reservar a personas injustas para el día del juicio para que sean cortadas de la existencia” (2 Pedro 2:9). Dios distingue a quienes desean sinceramente una vida mejor de quienes amargan la vida a los demás, y a estos últimos los ha reservado para el día de “la destrucción de los hombres impíos”. Para los que desean la paz, en cambio, está preparando una nueva tierra en la que la justicia “habrá de morar” (2 Pedro 3:7, 13).

¡Paz eterna en la Tierra!

Los escritores bíblicos utilizaron a menudo la palabra tierra para referirse a la humanidad. Por ejemplo, Génesis 11:1 menciona un tiempo en el que “toda la tierra” —es decir, todos los seres humanos— hablaba un mismo idioma. Ese fue el uso que el apóstol Pedro le dio a la palabra en la expresión “una nueva tierra”. Jehová Dios renovaría a la sociedad humana de tal forma que la justicia ‘moraría’, o reinaría, en ella de forma permanente, tras eliminar la violencia y el odio para siempre. En una profecía registrada en Miqueas 4:3, la Biblia nos dice: “Él ciertamente dictará el fallo entre muchos pueblos, y enderezará los asuntos respecto a poderosas naciones lejanas. Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzarán espada, nación contra nación, ni aprenderán más la guerra”.

¿Cómo vivirá la gente cuando se cumpla esa profecía? Miqueas 4:4indica: “Realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá nadie que los haga temblar”. En ese paraíso terrestre nadie vivirá atemorizado,  pendiente de cuándo ocurrirá el siguiente ataque terrorista. ¿Podemos confiar en esa promesa? Sí, “porque la boca misma de Jehová de los ejércitos lo ha hablado” (Miqueas 4:4).

Así pues, en estos tiempos en los que aumentan las amenazas terroristas y la violencia sacude a las naciones, la solución para los amantes de la paz es confiar en Jehová. No hay problema que él no pueda resolver. De hecho, se ha propuesto eliminar todo daño y sufrimiento e incluso la muerte. La Biblia afirma: “Él realmente se tragará a la muerte para siempre, y el Señor Soberano Jehová ciertamente limpiará las lágrimas de todo rostro” (Isaías 25:8). Pronto, muchos lugares hermosos que ahora se ven plagados de dolor y temor por causa del terrorismo rebosarán de paz. Tal paz, prometida por el Dios “que no puede mentir”, es lo que la humanidad necesita desesperadamente (Tito 1:2; Hebreos 6:17, 18).

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