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¿CÓMO SE FORTALECE LA FE?


Raquel Segovia

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Como la fe es parte del fruto del espíritu santo, no es posible fortalecerla sin la ayuda de Dios (Gál. 5:22). Por eso debemos seguir el consejo de Jesús y pedir a Jehová que nos dé su espíritu. Jesús aseguró que su Padre se lo daría a todo el que se lo pidiera (Luc. 11:13).

Una vez que hemos fortalecido nuestra fe, debemos mantenerla así. La fe es como una fogata. Al principio, las llamas son muy intensas, pero si la fogata se deja sola, poco a poco se irá apagando hasta convertirse en cenizas. En cambio, si la alimentamos con leña, podemos mantenerla encendida el tiempo que queramos. Del mismo modo, podemos mantener nuestra fe viva y fuerte alimentándola todos los días con la Biblia. De ese modo crecerá el amor que le tenemos a ese libro y a su Autor, y eso mantendrá fuerte nuestra fe

En vista de lo anterior, no basta con las cosas que aprendimos antes del bautismo (Heb. 6:1, 2). Tenemos que estudiar las profecías bíblicas que ya se han cumplido, pues eso fortalece la fe. También debemos usar la Biblia como una herramienta para “medir” si nuestra fe está a la altura de lo que Dios espera de nosotros (lea Santiago 1:25; 2:24, 26).

 

El apóstol Pablo dijo que los cristianos pueden tener “un intercambio de estímulo” y animarse unos a otros (Rom. 1:12). La compañía de nuestros hermanos fortalece nuestra fe y la de ellos, sobre todo si son maduros y han demostrado que su fe es de calidad probada (Sant. 1:3). Las malas compañías apagan el fuego de la fe; las buenas lo alimentan (1 Cor. 15:33). Por eso, la Biblia nos manda que no faltemos a las reuniones: porque así podemos seguir “animándonos unos a otros” (lea Hebreos 10:24, 25). Además, lo que oímos en el Salón del Reino fortalece la fe. Como bien dice Pablo: “La fe sigue a lo oído” (Rom. 10:17). ¿Se está esforzando por ir a todas las reuniones?

La predicación no solo sirve para fortalecer la fe de quienes nos escuchan, sino también la nuestra. Desde el siglo primero hasta nuestros días, esa labor ha ayudado a los cristianos a confiar plenamente en Jehová y a hablar con valor en todo momento (Hech. 4:17-20; 13:46)

 Cuando vemos cómo nos ayuda Jehová y cómo contesta nuestras oraciones, nuestra fe crece. Eso fue lo que les pasó a Caleb y Josué. Su fe los ayudó mientras espiaban la Tierra Prometida y siguió creciendo a lo largo de toda su vida al ver una y otra vez la guía y la ayuda de Jehová. Por eso, Josué pudo decirles a los israelitas con total convicción: “Ni una sola palabra de todas las buenas palabras que Jehová su Dios les ha hablado ha fallado”. Luego añadió: “Teman a Jehová y sírvanle exentos de falta y en verdad”. Y concluyó diciendo: “En cuanto a mí y a mi casa, nosotros serviremos a Jehová” (Jos. 23:14; 24:14, 15). Nuestra fe también crecerá cuando probemos la bondad de Dios (Sal. 34:8).

w15 15/10 pág. 9

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